Tener un mercado de alquiler de viviendas atractivo y sano, ha sido hasta hace muy poco una asignatura pendiente en España. Ejemplo de ello, es la proporción de españoles que viven en casas de su propiedad, casi un 80% de las residencias. Estos porcentajes no se reproducen en ninguno de los países de nuestro entorno. Sin duda esta situación ha sido debida en gran medida a la antigua ley de arrendamientos urbanos de 1964, que hizo que alquilar una vivienda en España, se convirtiera en muchos casos en un acto de profunda y obligada generosidad para el propietario. Los nuevos gobernantes pueden tener la tentación de modificar de nuevo el mercado del alquiler, disminuyendo la libertad de pacto entre las partes, sin duda con objetivos nobles, pero también sin duda, estos cambios forzados frecuentemente generan efectos perversos que suelen perjudicar a quien la norma privativa de libertad pretendía proteger. Esperemos que esos tropiezos no sean tan persistentes como las olas que mojan nuestras playas.
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