Para las entidades financieras, la contratación de préstamos personales se presenta como una oportunidad para vincular a sus clientes. En tiempos en el que un tercio de los nuevos clientes, los millennials, admiten que están dispuestos a cambiarse de banco en los próximos 90 días, de acuerdo con el informe de “The Millennial Disruption Index”, poder fidelizarlos es una oportunidad que no pueden dejar pasar.
Las vinculaciones han sido, históricamente, una mala característica cuando buscábamos financiación. Sin embargo, las relaciones con los clientes son diferentes y la forma en la que contratamos la financiación también. El comparador financiero HelpMyCash.com nos enseña las ventajas e inconvenientes de los productos vinculados a los préstamos actuales.
Lo bueno de las vinculaciones
La gran ventaja de las nuevas vinculaciones son las rebajas que nos ofrecen por su contratación voluntaria. La contratación obligatoria de productos vinculados ya es cosa del pasado y ahora los bancos ofrecen rebajas en los intereses para incentivar la vinculación. Muchas de estas vinculaciones, como la domiciliación de la nómina o de diferentes recibos, no tienen costes asociados (de mantenimiento de la cuenta asociada, por ejemplo) por lo que podremos ahorrar en intereses.
Por ejemplo, si solicitamos un préstamo de 10.000 euros a devolver en 8 años con un interés del 8 % y nos ofrecen una rebaja del 1 % por domiciliar la nómina y otra rebaja del 1 % por domiciliar 2 recibos en una cuenta sin comisiones, podemos llegar a ahorrar casi 1.000 euros simplemente contratando estos productos gratuitos y consiguiendo el crédito al 6 %.
A veces estas vinculaciones opcionales a cambio de rebajas pueden tener un coste adicional, como la contratación de seguros o el uso mínimo de tarjetas de crédito con pago aplazado, que afectará de manera indirecta el coste total de la financiación. Normalmente si la vinculación tiene un coste adicional, la rebaja suele ser mayor aunque en estos casos debemos calcular cuál de las dos opciones será la más barata.
Lo feo de los productos vinculados
Lo no tan cómodo de las vinculaciones de los préstamos son los trámites de más que tenemos que llevar a cabo. Cambiar de entidad puede hacer que se alargue el tiempo de concesión del crédito. Otra de las características “feas” de las vinculaciones es el poco margen de actuación que nos dejan ya que deberemos mantenerlas vigentes (en la mayoría de los casos) durante toda la vida del préstamo.
¿Y lo malo?
Son los costes adicionales que pueden tener y que no contamos con ellos a la hora de calcular si la financiación que estamos contratando es una buena oferta o la obligatoriedad de las vinculaciones. Por ejemplo, una entidad nos exige que contratemos una tarjeta de crédito para poder acceder al préstamo que necesitamos. En principio, no parece una mala oferta; sin embargo, nos estamos olvidando que debemos realizar un gasto mínimo al mes con el método de pago aplazado o que la tarjeta tiene un coste anual que tenemos que pagar sí o sí para poder conseguir la financiación que necesitamos.
Siempre que las vinculaciones sean de contratación opcional, que tengan ventajas añadidas como las rebajas en los intereses y que tengamos en cuenta los costes adicionales que puedan tener, estos productos no tienen por qué ser algo malo. De todas maneras, cada vez podemos encontrar más préstamos sin vinculaciones donde lo único que necesitamos es abrir una cuenta corriente en la entidad para que nos ingresen el capital del crédito.