El otro día, en una larga sobremesa, un promotor que ha triunfado de forma espectacular partiendo de cero, con su inteligencia y esfuerzo, el suyo y no el de la colectividad, se lamentaba de que muchos portavoces de la sociedad, de la colectividad, atribuyan de forma simple y ligera ese éxito rápido, a prácticas presuntamente poco éticas.
Esos mensajes, decía, se difunden basados en que el éxito rápido es sospechoso, y casi derramando el alma, se lamentaba de que aquellos que le acusan, no conocen el largo camino que recorrió para poder colmar la última y arriesgada etapa que le llevo al triunfo.
Tras un reflexivo silencio, que inundó a los comensales, el mantel blanco jugó con el viento, arriba y abajo a lo largo de la rotunda mesa en medio de ese campo ancho castellano y con el cielo de techo fuimos testigos los presentes, al final, de la admiración juguetona de la nieta del protagonista, que corría feliz rompiendo el perfil del bosque de grúas que interrumpía el horizonte mesetario…
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