Durante las últimas décadas el sector inmobiliario español, en el sentido amplio de la palabra, viene soportando un protagonismo exagerado, para lo bueno y para lo malo.
Los empresarios más rápidos y exitosos proceden del sector, al igual que los más perseguidos y criticados. También las grandes predicciones económicas, en sentido positivo o negativo, nacen y mueren en el lecho inmobiliario. Y claro está, el protagonismo es un reclamo, al que acuden, como abejas a un panal de rica miel, políticos y especialistas profesionales para intentar dar a sus ideas una proyección y reconocimiento social que sería impensable en cualquier otro sector.
Esta realidad, que en principio, podrían ansiar los representantes de algún sector olvidado, como por ejemplo el de la agricultura, con la esperanza de beneficiarse así del intelecto humano, se ha convertido para el inmobiliario, en su autentica tortura. La razón del martirio, reside probablemente, en que ese exceso de protagonismo que otorga el sector inmobiliario, hace que el hombre pierda la natural prudencia que acompaña la aplicación se su conocimiento, cuando éste abandona el terreno teórico-doctrinal, para pasar a su ejecución terrenal .Ejemplos que iluminan lo dicho los encontramos en casi todas las ideologías.
Qué me dicen de Andalucía y las casas ventajosas para los que ganen menos de ! 3000 euros!, o del máximo universal (salvo singularidades) de 4 alturas de edificación que se decreta en Madrid, o las ayudas al alquiler de la Ministra Chacón. Lamentablemente existen más ejemplos, que hacen sufrir a más de un ministro veterano, y también a los que con interés, conocimiento y menos pasión, analizan la evolución del sector sin las luces cegadoras del protagonismo social .
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