Este verano hemos sido centro de noticias. Muy a menudo se viene hablando del sector de la construcción e inmobiliario, como si fuera un sector frío, sin escrúpulos, en el que lo único que interesa es el negocio rápido y con grandes plusvalías.
Recientemente nos encontramos con dos ejemplos de ello: por un lado el proceso abierto en Marbella con la «Operación Malaya´´; y por otro «Seseña´´ La ciudad construida en la nada por el Sr. Hernando, conocido como El Pocero. En medio de un páramo, sin infraestructuras de ningún tipo emerge un proyecto de construcción de miles de viviendas. Si además el promotor del invento salió de la nada y se ha hecho multimillonario, la sombra de la sospecha se extiende sobre su figura
En este país la prosperidad se ha visto siempre mal. El enriquecimiento resulta sospechoso y si es rápido y además relacionado con la construcción, la alarma se dispara. Dicho esto, nada debemos ni podemos objetar si un promotor se ha hecho rico de manera limpia. Es más, debería llenarnos de satisfacción que muchos españoles hayan sido capaz de crear pequeños imperios desde abajo a golpe de esfuerzo, trabajo y con algunas dosis de suerte. El problema es si las cosas no son así. En este caso la actividad negativa de unos pocos se generaliza, se extiende como una mancha de aceite y es entonces cuando todos salimos perjudicados
La corrupción se debe perseguir con rotundidad, pero también se debe aplaudir el éxito justo con naturalidad.
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