Ya hemos hablado en esta tribuna y en otras ocasiones, sobre nuestro mundo profesional y el optimismo o pesimismo reinante. Francois Guizot decía que los pesimistas no son sino espectadores. Son los optimistas < añadía > los que transforman el mundo. Y eso es, en gran parte, cierto. Más allá de que en los últimos meses el mercado de operaciones inmobiliarias haya despertado tímidamente,como un adolescente en una mañana de domingo, lo cierto es que a pesar de la dura y negativa huella que ha dejado en nuestro sector la reiterada política de nuestros gobernantes, también es evidente, que éstos, ahora, aprendida la lección de que la realidad se impone a los cantos de sirena de las caducas ideologías decimonónicas que inspiran sus fundamentos, son ahora partidarios del pragmatismo , por decisión propia o por inspiración transpirenaica, da igual. Lo importante es que parece que se abre un nuevo escenario en el que lentamente los optimistas, con su esfuerzo, es probable que conseguirán ser protagonistas del inicio de un nuevo ciclo, en el que el mercado, facilite los equilibrios naturales que le son propios y abandone definitivamente, o al menos por unos años, la efusiva e indecisa adolescencia que lo ha impregnado.
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