Juan y María intervienen en un debate público y explican las privaciones que han soportado durante 15 años, ellos y sus hijos, para cumplir con las obligaciones que asumieron al plasmar su firma en un contrato de préstamo con garantía hipotecaria.
Juan, con cierto punto de orgullo, manifiesta que, por respeto a su propia dignidad y a su libre capacidad de obrar tiene asumido que debe cumplir con sus compromisos tácitos o expresos, de lo contrario, añade, debería reconocer que es necesario que su capacidad de obrar sea limitada, modalizada o controlada por el Estado u otro tercero con capacidad superior. Está claro que el respeto a la libertad de actuación del ser humano obliga a que éste asuma las consecuencias de sus actos.
Lo dicho no impide que los casos en los que haya intervenido el engaño, la usura o cualquier otra causa ilícita, o que haya viciado el consentimiento de una de las partes, sean anulados o declarados nulos, según la causa. También nada de lo dicho impide que frente a causas de fuerza mayor, las obligaciones se adecuen a las consecuencias de aquella.
Las palabras de Juan y María, que podrían ser las de miles de ciudadanos comprometidos con sus actos no se oyen en las calles pero su conducta, afortunadamente mayoritaria, aunque silenciosa, es la que da a la sociedad, a las instituciones y gobernantes que elegimos, la estabilidad y capacidad necesaria para que cada día seamos un poco más libres y solidarios con los más necesitados.
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