Es muy probable que durante las décadas que pasemos pagando nuestra hipoteca, llegue algún momento en el que necesitemos un extra de liquidez para hacer frente a un imprevisto. En estos casos resulta muy interesante conocer los mecanismos que existen a nuestra disposición para rebajar la cuota de nuestro préstamo hipotecario y terminar el mes con algo más de dinero, señalan desde el comparador de hipotecas HelpMyCash.com
Alargar el plazo
Una de las maneras más sencillas de conseguir que nuestra mensualidad disminuya es alargando el plazo de devolución de nuestra deuda, algo que no sólo es válido para las hipotecas sino que también lo podemos aplicar a cualquier tipo de préstamo que tengamos contratado (siempre y cuando nuestro acreedor esté de acuerdo).
Los únicos puntos que tenemos que tener en cuenta es que, para realizar esta modificación, tendríamos que llevar a cabo una novación, algo que no es gratis. También conviene saber que al alargar el plazo reducimos nuestra cuota, pero nuestra hipoteca se encarece en su totalidad.
Carencia de capital
Otra de las maneras más habituales de conseguir pagar menos al mes es solicitar una carencia total o parcial. Mediante este último tipo, dejamos de pagar el capital de nuestra hipoteca y pasamos a pagar sólo los intereses; la carencia total es aquella que nos permite dejar de pagar completamente nuestra cuota de hipoteca durante un tiempo determinado.
A la hora de firmar nuestra hipoteca, resulta muy práctico pedir la inclusión de alguna cláusula que prevea un escenario de carencia, ya que nos puede ser útil en el futuro. En los contratos hipotecarios que plantean esa situación se dispone también la duración que puede alcanzar la carencia y las condiciones concretas de esta.
También hay que añadir que, aunque activar una carencia puede ser gratuito, al posponer la devolución del préstamo, también estamos aumentando el coste total de nuestra hipoteca.
Capital diferido
Otra técnica menos conocida en nuestro país y que no se suele plantear en las hipotecas de particulares son las llamadas hipotecas con capital diferido o balloon payment en inglés. Se trata de un préstamo en el que reservamos una última cuota final de entre el 30 y el 40 % del valor total del crédito. Pongamos un ejemplo para mostrar mejor cómo funciona este producto.
Queremos solicitar una hipoteca por un valor de 100.000 euros a un plazo de 20 años. Si solicitamos un préstamo con capital diferido del 30 %, tendremos realmente una hipoteca calculada sobre 70.000 euros a 20 años. Esto permite que las cuotas de la hipoteca sean menores, ya que se devuelven en base a estos 70.000 euros, dejando para la última cuota el pago de los 30.000 euros restantes.
Esta última cantidad puede ser abonada íntegramente o podría ser refinanciada a su vez por nuestra entidad, con unas condiciones mejores que las de la actual hipoteca.
El punto a tener en cuenta es que abonamos mayores intereses que si hubiésemos devuelto los 100.000 euros dentro de los 20 años iniciales, puesto que devolvemos el capital de manera más lenta, mientras que los intereses se calculan sobre el total de la deuda (100.000 euros) y no sobre la parte que abonamos periódicamente (70.000 euros).
¿Cuál de estas tres opciones es mejor?
Los tres mecanismos que acabamos de ver permiten reducir la cuota que pagaremos mes a mes, pero requieren de ciertos conocimientos financieros para comprender las implicaciones que estos tienen en nuestro bolsillo.
Todas las anteriores posibilidades nos facilitarán llegar a fin de mes, pero también aumentan sensiblemente el coste absoluto del préstamo, por lo que debemos tener mucho cuidado con ellos y ser conscientes de las consecuencias que pueden tener sobre nuestras finanzas.