Las pequeñas y medianas empresas que sobreviven a la crisis compensan la pérdida de empleo eventual con un aumento del empleo fijo.
Tras siete años de crisis, 2014 confirmó el inicio de la recuperación empresarial en términos de rentabilidad financiera, tal como apuntaban los datos de 2013, abarcando todos los segmentos de PYME. Así, la rentabilidad de las microempresas se duplicó ampliamente pasando de un 1,4% en 2013 al 2,9% en el avance de 2014; las pequeñas aumentaron un 59% en el mismo período, pasando del 3,2% al 5,1% y las medianas mejoraron un 29%, desde el 4,6% hasta el 5,9%. Con este panorama la rentabilidad de los accionistas vuelve a entornos del año 2008.
Es una de las conclusiones del estudio Las PYME españolas con forma societaria 2009-2013 y avance 2014, elaborado por el Colegio de Registradores, sobre las cuentas anuales presentadas en los registros mercantiles (seleccionadas más de 460.000), y dirigido por el catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad Complutense, Juan Antonio Maroto.
Empleo
Las PYME que sobreviven a la crisis mantienen, con muy ligeras reducciones, las tasas de empleo. Los datos confirman un año más este aspecto estructural: el incremento de empleo fijo durante la crisis, que compensa casi totalmente la pérdida de empleo eventual. En cifras de ocupación, las micro pasaron de 3,43 trabajadores en 2008 a 3,36 en 2014 (-2%); las pequeñas pasaron de 18,5 a 18,4 (-0,3%) y las medianas subieron de 81,5 a 83,8 (2,9%).
Endeudamiento
La reducción del endeudamiento externo, que durante el ciclo alcista llegó a representar dos tercios del balance de las PYME, continuó en 2014, mostrando en la ratio correspondiente que siguen las restricciones para el crédito de las micro y pequeñas empresas, pero por primera vez desde el inicio de la crisis comienzan a aparecer signos de expansión del crédito en las de mayor dimensión (que potencialmente pueden ofrecer mayores garantías a las entidades financieras), es decir, en las medianas.
I+D
El estudio revela que la inversión en I+D, además de su mayor implantación a medida que aumenta la dimensión de la empresa, se fomenta con la pertenencia sectorial (mayor intensidad tecnológica y situación cíclica); con el nivel de los gastos de personal (mayor cualificación y mayor aportación de valor del factor trabajo); y con el adeudamiento total (como señal de reputación ante el mercado para acceder a recursos ajenos). Mientras que se disuade con la mayor facturación y con la mayor eficiencia de las empresas para conseguirla mediante su activo total (en esos casos no parece necesario el gasto en I+D); con la cuantía existente de financiación bancaria (que actúa como mecanismo de disciplina de la inversión en intangibles, al no ser garantía “real” para dicha financiación crediticia); y con el peso de la liquidez mediata (realizable más disponible) en el activo total (vigentes aún las restricciones crediticias y por tanto la necesidad, y elevado coste de oportunidad, de esa liquidez).