Los datos revelados a comienzos de 2008 por el Instituto Nacional de Estadística –en los que se indicaba que la compraventa de vivienda había caído un 27%- muestran que algo pasa en el sector. Es cierto que vivimos tiempos difíciles, pero tampoco hay que hacer caso a todos los rumores que han surgido desde que se destapara el escándalo de las subprime. Los más alarmistas proclaman el fin de las inmobiliarias, pero la verdad es que los ciudadanos van a continuar ofertando y demandando viviendas y, en dicho escenario, seguirán siendo necesarios profesionales que gestionen estos temas.
Pasado y presente
Mirando al pasado, comprobaremos que no es la primera vez que la economía mundial se ve sacudida por un escándalo de estas características. Los años posteriores a 1997 también sembraron de incertidumbre los parqués internacionales con el estallido de la burbuja tecnológica y, si bien es cierto que desaparecieron muchas empresas, también conviene recordar que muchas otras se mantuvieron e, incluso, permanecen hasta nuestros días.
De cara al presente, y teniendo en cuenta los últimos datos arrojados por AEGI (Asociación Empresarial de la Gestión Inmobiliaria), cabe esperar que en torno a la mitad de las compañías de intermediación inmobiliaria desaparezcan del mercado. Pero tal y como ocurrió a finales de los –90, es previsible que las inmobiliarias con experiencia, las que han sabido hacer las cosas bien, continúen trabajando cuando amaine el temporal.
Cambio de mentalidad
Durante los años de bonanza económica de los que ha disfrutado el sector, muchos solo tenían que sentarse a esperar. Los pisos, apartamentos y demás inmuebles se vendían solos porque la demanda superaba con creces a la oferta. En este contexto, algunos profesionales aprovecharon para lanzar cualquier producto al mercado, incluso viviendas de poca calidad y sin garantías se comercializaban sin ningún problema.
La situación actual ha supuesto una llamada de atención para el sector inmobiliario, formado por empresas que por tradición han sido poco innovadoras. En este contexto, la escucha activa se erige como condición sine qua non para continuar generando ingresos. Tras los primeros indicios de crisis que nos llegaron del otro lado del océano, muchos se preguntaron por primera vez: –¿Qué es lo que los consumidores quieren/necesitan en realidad?– Una cuestión obvia para otros mercados pero en la que, aunque parezca imposible, no había reparado muchas inmobiliarias hasta el momento.
Los jóvenes quieren independizarse, pero no a cualquier precio; los mayores desean continuar en una vivienda propia, pero en la que puedan manejarse con comodidad; aquellos que disfrutan de rentas altas, inmuebles con todos los lujos y comodidades; las familias, un espacio amplio en el que sus hijos puedan desarrollarse. Estos son solo algunos de los nichos de mercado que no están explorados por las empresas o que están mal cubiertos. La solución, tanto para las inmobiliarias como para los clientes, pasa por escuchar a la demanda, apostar por la innovación y seguir velando por la calidad de los productos y servicios.
Una opción muy atractiva
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