El mercado, a pesar de las muchas declaraciones por parte de unos y otros, a pesar de la buenas intenciones de todos los agentes implicados, a pesar del esfuerzo cada vez mayor por parte de los futuros adquirentes, no ha repercutido, al menos no de una forma significativa, en un freno, o cuanto menos en una reducción del incremento de los costes de las viviendas. Ello está generando ciertos recelos y temores a los agentes económicos y al legislador ante una, hoy no esperada ni previsible, pero si temida desaceleración del mercado, que comportaría una reducción de las ventas y consecuentemente un menor valor de los bienes inmuebles.
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