Nos encontramos ante una fase de crecimiento urbanístico y constructivo, sostenido pero insostenible, donde la ciudad crece y avanza inexorablemente pero lo hace en forma de «mancha de aceite´´, también llamada de «inundación´´, es decir, en forma de simple extensión en superficie, una extensión de desmesura en planta, que provoca que el sistema sea sostenido en su incesante crecimiento, pero insostenible desde un punto de vista energético y social.
Crear ciudad no es solamente resolver un problema de alojamiento, gran y difícil problema, pero no el único. Estamos creando barrios, ciudades enteras aburridas, monótonas, sin carácter alguno, carentes de sentido y por supuesto carentes de vida y de la necesaria complejidad propia e inherente a nuestras históricas ciudades mediterráneas.
Crecemos, y crecemos con parámetros de baja densidad, con esos monotemáticos chalets «endosados´´ o «emparedados´´, que nos esclavizan de por vida del vehiculo privado. Necesitamos automáticamente más y mas carriles en nuestras redes de circulación, y automáticamente las volveremos a colapsar, vuelven a crecer, y damos nuevo paso a nuevas «urbanizaciones´´ que vuelven a alimentar la espiral, el crecimiento del consumo energético crece de incontenida manera, crece el consumo de tiempo de desplazamiento hacia los jardines privativos (también endosados) y con ello disminuye el teórico tiempo de disfrute de tan idílico panorama´´ y la espiral gira sin limite, aumentando sin duda el consumo de psiquiatría por parte del ciudadano, y disminuyendo la pretendida calidad de vida. Así el resultado es poco menos que desesperante paisajísticamente (aburrimiento), arquitectónicamente (monotonía), socialmente (creación de guetos), energéticamente,´´ y muchos más adjetivos, que podríamos adicionar fácilmente.
Si bien Barcelona sigue siendo un magnífico ejemplo y referencia mundial liderando apuestas de vanguardia y sostenibles, a cualquiera de nosotros le pueden venir a la mente imágenes del levante español (Málaga por ejemplo), o de la meseta central, donde identificar fielmente lo aquí reseñado.
De ahí que en las recientes jornadas del Barcelona Meeting Point, plantease de forma abierta la necesidad de perder el miedo a la altura y «creernos´´, de una vez por todas, la conveniencia de compactar las ciudades, y con ello ayudarnos de la altura, para liberar espacio (para áreas verdes y equipamientos que en definitiva es lo que proporciona y da sentido a la «civitas´´) y por supuesto, creernos también la necesidad de ser mas eficientes energéticamente.
Por poner un ejemplo, Cataluña ha crecido en población un 19% en los últimos 25 años, y su área urbanizada lo ha hecho !!doblándose!!. Proceso sostenido pero insostenible. Un sinsentido al que poner límite.
No estamos planteando un crecimiento «vertical´´ de forma indiscriminada, pero sí es preciso apostar en nuestra geografía nacional, por la altura y la compactación en zonas muy concretas, por supuesto debidamente apoyadas por un transporte público potente y de calidad, y como no, la altura requiere un aporte extra de sensibilidad arquitectónica.
Todos conocemos la disfunción generada durante las últimas décadas entre habitar, trabajar, y ocio. Así, resulta, que trabajamos en el parque empresarial, situado a muchos kilómetros desde nuestra idílica vivienda pareada, y durante el fin de semana nos desplazamos al área comercial. Lugares sin vida durante la mayor parte del tiempo, desangelada, fría, aséptica, lugares de negación de la ciudad. Sin embargo, quien no reconoce y disfruta de las cualidades paisajísticas y de intensa mezcla de usos, del Ensanche Barcelonés, auténtico ejemplo y referencia mundial de calidad urbanística, paisajística, arquitectónica, de calidad de vida en definitiva (y de compacidad y su necesaria densidad).
Abogamos, pues, por un replanteamiento sensato, pero valiente, en la recuperación y rehabilitación del tejido urbano existente, sin necesidad de crecimiento difuso, y con apuestas decididas por la edificación en altura, perdiendo ese «miedo escénico´´ tan extendido como inmerecido e ilógico.
Apuestas como Diagonal Mar, tan maléficamente criticadas en su día, han posibilitado disponer del que supone ser el tercer parque en extensión de la ciudad (por cierto, de una calidad envidiable) a base de apostar por la altura, y con una vitalidad, y mezcla de usos (vivienda, comercio, hotelero´´) al que el tiempo ha dado consistencia y razón y dotado de intensa vida.
La fácil critica arquitectónica al área comercial, primera en desarrollarse en tal zona, abonó tan descarnizada crítica, mas con fines políticos que real o lógica. Y pongamos un 2º ejemplo de nuestras tesis, ese proyecto que pasará a convertirse en un ícono urbanístico y social de transformación, de regeneración urbana y de apuesta por la altura, por la compacidad y por la «promiscuidad funcional´´, como es la nueva Plaza Europa de la Gran Vía de LíHospitalet. De hecho, ya su proyecto urbanístico es usado como referencia entre el mundo arquitectónico y a buen seguro el tiempo corroborará la valentía y bondad de tal apuesta.
Ojala sepamos transmitir a la ciudadanía y a las clases políticas, la sensibilidad necesaria para abandonar esas ideas caducas de la «ciudad jardín´´ como modelo, para recuperar los conceptos de densidad, compacidad, de vida de nuestras ciudades y con ello la pérdida de temor a la altura, eliminando de nuestras mentes aquella película que tanto daño causó, con las estúpidas subidas y bajadas de escaleras del intrépido Paul Newman, Arquitecto disfrazado de Superman, en su «Coloso en llamas´´. Adiós película cruel.
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