Existe en el lenguaje una tendencia que se ha instalado en nuestro entorno y que parece, a tenor de su incidencia, imposible evitar y es la incorporación de nuevas expresiones, palabras o definiciones para situaciones cotidianas, que a su vez ayuda (en ocasiones) a mejorar y enriquecer el vocabulario y visualizar mejor el objeto del mensaje, pero también tiende (y parece que en los últimos tiempos cada vez más) a reducirlo y centrarlo en un limitado número de vocablos y términos que se usan para casi todo. Con ello se producen dos efectos, la pérdida de su significado original y la necesidad de utilizar en exceso lo que se ha dado en llamar los superlativos de los adjetivos (requisito necesario para poder dar énfasis a la frase, a la noticia o a la opinión que se desea expresar). En este contexto deberíamos situar la expresión de “burbuja”, que se utiliza para cualquier aspecto relacionado con el sector inmobiliario.
Actualmente cuando se produce una falta de pisos en alquiler por el incremento de la demanda y la escasez de un stock suficiente, como ya hemos tratado en otras ocasiones, se habla de ·burbuja de alquileres”. Cuando se produce un incremento en el número de venta de viviendas (aunque pequeño en valores absolutos), se avisa de la venida de una nueva “burbuja inmobiliaria”. Cuando se proyecta en algún entorno (todavía de forma muy escasa) un nuevo desarrollo inmobiliario, se avisa que podemos volver a tener una “burbuja inmobiliaria” y así podríamos seguir en todas y cada una de las noticias que el sector inmobiliario pueda generar, en cualquier circunstancia en la que aparezca un mínimo nivel de
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