Las previsiones demográficas efectuadas a mediados de los años noventa alertaban contra una drástica reducción de la formación de nuevos hogares, que empezaría a mediados de la presente década. Sin embargo, parece que tales previsiones se habían basado, sólo, en la extrapolación de los datos conocidos de la población autóctona.Sin embargo, en los últimos años, se está produciendo en España un fenómeno nuevo: un aumento sensible de la población inmigrante, debido a dos razones: por una parte, el flujo incesante de europeos de edad madura y posición acomodada, que eligen España como destino de sus últimos años y van a gastar aquí las pensiones ahorradas durante muchos años en sus países de origen. Por otra parte, otro flujo incesante de inmigrantes, procedentes del este de Europa y de ¡frica, no sólo del Magreb sino también del ¡frica sub-sahariana, así como de Hispanoamérica, muchos de ellos irregulares.Es claro que toda esta población es demandante de vivienda y que esa demanda ha de sumarse a la de la población autóctona, que ha aumentado debido a la rebaja de los tipos de interés ñque ha aumentado mucho la capacidad de endeudamiento de las familias- y al aumento del empleo, que ha generado un clima de confianza en el que los jóvenes tienen algo más fácil el camino de la emancipación. Hasta el punto de que la gran cantidad de viviendas que se ha empezado a producir desde 1998 ha provocado la inflexión de un dato, en el que a España le cabía el deshonor de ser líder mundial: el del bajo índice de natalidad.Pero es también claro que esa nueva demanda puede ser que prefiera una tipología de vivienda distinta de la actual, porque sus características son distintas de las de la demanda que era tradicional.Es claro que los promotores necesitan conocer las características de esa demanda para empezar a planificar sus inversiones; pero también interesa a los poderes públicos, puesto que los ayuntamientos deberán empezar a planificar las ciudades teniendo en cuenta viviendas de menor tamaño, aunque pobladas por un menor número de personas que antes; de suerte que es probable que uno de los parámetros hasta ahora usados, el número de viviendas por hectárea, deba ser sustituido por el número de habitantes por hectárea. Y el Estado deberá esforzarse por dar una solución al problema de la vivienda de los inmigrantes con escasos recursos, pero necesarios para la economía de país; hay que integrarlos y la mejor manera de hacerlo es facilitar su acceso a una vivienda.
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