La falta de financiación es uno de los principales problemas a los que se tiene que enfrentar las empresas, y con mayor incidencia las que sufren la debacle del sector inmobiliario. Este contexto difícil, hace aconsejable externalizar la gestión de la financiación bancaria y buscar fuentes crediticias alternativas que permitan la continuación del negocio.
Según la encuesta que elabora trimestralmente el Consejo Superior de Cámaras de Comercio, el número de compañías que aún encuentra serios problemas para acceder a la financiación ajena aumentó en el primer trimestre de 2011 hasta situarse en el 87,3% del total.
Si nos detuviésemos a preguntar a gestores, directivos, administradores o accionistas de las pymes españolas acerca de su percepción sobre la situación actual de acceso al crédito, nos encontraríamos probablemente antes un conjunto de respuestas que ponen de manifiesto el escenario de restricción por parte de las entidades financieras que están sufriendo. Estas difíciles circunstancias para nuestras empresas, especialmente en el sector inmobiliario y de la construcción, han sido noticia recurrente en las últimas semanas debido a la concurrencia en el tiempo de dos Informes provenientes de distintas instituciones y que han permitido traer a la “actualidad” (al menos, informativa) un asunto de enorme relevancia para el funcionamiento y viabilidad de cualquier proyecto empresarial. Los autores de estos informes son respectivamente el Consejo Superior de las Cámaras de Comercio (“Encuesta sobre el acceso de las pymes a la financiación ajena”) y el Banco Central Europeo (“Encuesta sobre el acceso a la financiación de medianas y pequeñas empresas (PYME) de la zona del euro”).
Los datos agregados que arrojan ambos informes, señalan una tendencia negativa y alcista en el acceso al crédito en el período de los últimos 2/3 años y permiten sustraer titulares clarificadores (como el entrecomillado que hemos usado en la apertura): “nueve de cada diez pymes ven más difícil acceder a un crédito este año”; “solamente el 52 % de las pequeñas y medianas empresas nacionales que pidieron en el último semestre un préstamo lo obtuvieron, respecto al 66 % de promedio de la eurozona”; “Para el 64,3% de las pymes, el tipo de interés se ha incrementado“.
Los datos hablan por sí solos y dejan poco lugar para el optimismo, ya que no sólo se constata la dificultad de acceso a la financiación (nueva financiación y refinanciación de deuda) sino que se evidencian pocas esperanzas de mejoría en el corto y medio plazo. Está claro que actualmente en España el crédito es un bien escaso.
Y frente a esta coyuntura tan poco esperanzadora, ¿debo renunciar a solicitar financiación?
La perspectiva de apertura de un proceso duro y, en no pocas ocasiones, agotador y la incertidumbre sobre el resultado retrae a muchas pymes de solicitar financiación a las entidades financieras. Se ha extendido la percepción (por otro lado, más que acertada) de lo que comúnmente se define como “cierre del grifo”, y se realiza un análisis de tiempos y recursos dedicados antes de iniciar la búsqueda de financiación y negociación de la misma. De ahí que muchas empresas decidan no solicitar financiación a las entidades financieras (incluso aunque sea absolutamente necesaria) o realizan las peticiones desde una posición de confrontación con la entidad, y sin una preparación adecuada en cuanto a qué se solicita, cuándo se solicita y cómo se lleva a cabo esta petición.
Los estrictos requisitos para la obtención de crédito hacen altamente recomendable recurrir a ayuda especializada que sirva para cambiar de interlocutor ante la entidad financiera
Tendremos entonces que volver a reformular la pregunta: ¿debo desistir antes siquiera de plantear al banco una propuesta? No. Un no claro y rotundo. Existen situaciones empresariales (como distintos ejemplos, proyectos de inversión y/o desarrollo de negocio, cobertura del circulante operativo, reestructuración de deuda o elusión del concurso por la vía de planificación de viabilidad) que no son ejecutables sin financiación externa total o parcial. Pero también es cierto que los procesos, métodos e interlocutores dentro de las entidades han ido cambiado durante la crisis, y especial incidencia ha tenido en estos procesos (y se mantendrá en los próximos años) la gestión y configuración del riesgo/cliente por parte de las entidades financieras.
Por tanto, se debe acudir a la financiación de las entidades financieras y, para ello, es altamente recomendable recurrir a ayuda especializada, que sirva para cambiar de interlocutor ante la entidad y atender a los requisitos marcados por las entidades, aumentando las posibilidades de éxito en la obtención de crédito, permitiendo además que la empresa pueda centrarse en lo que realmente constituye su fin: la generación y mantenimiento de negocio.
Si el flujo de crédito es menor, ¿esto implicará un encarecimiento?
Es inevitable. Los mencionados informes siguen siendo pesimistas y al prever un mayor deterioro en la disponibilidad de préstamos bancarios y otras formas de crédito señalan además la consolidación de un encarecimiento de la financiación bancaria.
El alza de los costes financieros tiene una doble vía:
1) Los costes puramente bancarios, como el tipo de interés aplicado (muchas operaciones suscritas con pymes superan ya el 10% TA anual), comisiones y gastos de cierre de la operación. Por tanto, es igualmente parte esencial de la negociación el control de las condiciones que se aplican a la operación, puesto que un incremento no controlado de gastos financieros pueden tener el mismo impacto en la cuenta de resultado que la propia falta de financiación.
2) En los avales y garantías de las operaciones se viene repitiendo un proceso de aumento paulatino de exigencias bancarias en el estudio creditico. Destaca especialmente, por el régimen de producción de efectos sobre el avalista, la solicitud de garantías personales para la concesión de operaciones (“¿Si desde la empresa no apuestan, porqué debe prestar dinero mi entidad?”). Es razonable desde el punto de vista de la entidad la solicitud de esto tipo de garantías y el incremento en la cobertura de las operaciones por mor de la regulación bancario, pero sin necesidad de dar un “no” por sistema a la prestación de garantías personales, debe analizarse si la operación las requiere, si son pertinentes, y sobre todo, asegurar la capacidad de repago de esa deuda. Como norma general, un especialista aconsejará evitar prestar garantías de tipo personal.
Pero, ¿existen actualmente otras vías alternativas de financiación diferentes a las entidades financieras?
Sí. La restricción por parte del cauce “habitual” obliga a ser imaginativos en la obtención de capital ajeno y recurrir a fuentes de financiación alternativas, ya sean públicas o privadas. Estos recursos de financiación a menudo requieren procesos más sofisticados que la solicitud a las entidades y demandan de un estudio previo de la empresa y la motivación de la necesidad del crédito, puesto que no todas las fuentes se adecuan a peticiones más generalistas.
Existen fuentes alternativas a la financiación financiera, tanto públicas como privadas, como las líneas ICO, sociedades de garantía recíprocas autonómicas, los fondos privados para proyectos o fondos de inversión
Existen instrumentos públicos (ICO, Sociedades de Garantía Recíprocas autonómicas, Préstamos participativos de Sociedades de Participaciones Industriales), fondos privados para proyectos (Capital Riesgo, Family Office, Business Angels) o mercados y fondos financieros (MAB, Fondos de Inversión) a los que una pyme puede acudir en su búsqueda de financiación.
Autor: Santiago Fernández Lena. Socio de Forum Jurídico Abogados
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